Garcin, Estelle e Inés han muerto y están en el infierno, pero no se parece a lo que la imaginación acostumbra a ofrecernos. No hay diablos, ni parrillas incandescentes. Sólo un salón, un camarero dispuesto a atenderles y una puerta cerrada. ¿Será una treta para prolongar su angustia ante lo terrible por venir? ¿Acaso merecen estar ahí? Jean Paul Sartre nos invita a reflexionar sobre lo que el infierno puede ser para cada cual. A solas o en compañía.