Conocimos a Eli (@eliyelpez) a través de su pequeña y preciosa editorial: Bonito Editorial. Nos propuso contar en nuestra portada con varias ilustradoras que ella traía a Bilbao y así acabamos llegando al Museo ABC gracias a una exposición de Pablo Amargo. Así es Eli, sabes cómo empiezas, pero nunca hacia donde te llevará el vehículo mágico en el que te invita a viajar. Editora gourmet (y kamikaze), ex-presidenta de Euskal Irudigileak y directora de Irudika, hoy tenemos el placer de contar con ella como ilustradora en nuestra portada. Charlamos un rato con ella sobre ilustración, edición y de contar historias. Aquí tienen el resultado:
Te conocimos a través de los Cursos Bonitos. Después, vimos tu trabajo en Bonito Editorial y más tarde volvimos a coincidir en Irudika. ¿Como se conjugan estas tres facetas de ilustradora, editora y gestora cultural?
Yo creo que de ser algo, lo que más soy es autora porque es algo que no puedo evitar hacer: imaginar, escribir y dibujar. Pero creo que el libro es una especie de casa en la que me siento a gusto, de la cual ya conozco casi todos sus recovecos, he levantado todas sus alfombras y cambiado los muebles de sitio como veinte veces, y en la que me siento a buen resguardo. Me divierte mucho cocinar libros, y quiero seguir haciéndolo hasta ser muy vieja.
La gestión cultural es algo que comencé a realizar por la necesidad de formarme. Para aprender era más sencillo organizar yo las formaciones y de paso nutrirme de las conferencias y talleres, los Cursos Bonitos surgieron así, estuve en Italia varios años trabajando de traductora a cambio de alojamiento y de asistir gratis a cursos de ilustración en un pequeño pueblo de la Puglia. Y comenzamos a traer ese modelo aquí porque no existían cursos intensivos y al coordinarlos yo, escogía aquello que más me interesaba, sin darme miedo traer a alguien desde la Conchinchina. He aprendido a hacer magia y a hospedarlos en mi casa si hace falta con tal de poder traer proyectos interesantes. Gracias a la gente que asistía a los talleres estos se podían sostener económicamente, y esa relación tan bonita con los y las alumnas hacía que cada vez dedicase más tiempo y empeño en coordinar los Cursos Bonitos. Luego me propusieron trabajar en Euskal Irudigileak como presidenta, y tras muchos años en Florencia y viajando por ferias del libro, me di cuenta al volver a Bilbao, que en la asociación muchas personas no se podían permitir el salir a conocer lo que se hacía fuera. Para mí para ser una buena profesional siempre me ha parecido esencial el tomar distancia de mi trabajo y hacer residencias artísticas, experimentar técnicas, conocer nuevos autores/as nuevas editoriales… Por eso entre la experiencia que ya tenía y lo que veía que hacía falta construimos Irudika y es un proyecto del que aprendo muchísimo cada año.
En cuanto a poder decir “soy ilustradora” siempre he dibujado y contado historias, por lo que trabajar de ello fue surgiendo sin querer. Parecía que a la gente le gustaba lo que hacía y empecé a trabajar con carátulas de discos de amigos, posters, portadas, incluso escenografía para videoclips, participaba en fanzines de gente conocida porque me parecía divertido y empezaron a llegar encargos importantes a nivel editorial, teatro, museos...
Todos estos años el ganar dinero con mi ilustración ha hecho que pueda editar libros con Bonito Editorial. Me toca ahorrar de los encargos para sacar algo que ir juntando para alimentar la editorial. Son libros que se venden muy despacio y es seguramente el negocio menos rentable del mundo, pero es el que más me gusta así que de esta manera tan orgánica se han ido hilando las tres facetas. Las tres cosas me gustan y apasionan, y en las tres siempre hay un proceso creativo o curatorial, que tiene autoría, en las tres siempre hay algo de crecimiento y aprendizaje y a la vez las tres regalan cosas al resto de personas. Esta última cosa es clave, el saber que por ahí escondida puede haber alguien que disfrute de las cosas que hago.
Los colores poco saturados y las referencias a la naturaleza de tus ilustraciones, al menos las últimas, generan una calma muy placentera, ¿es algo consciente?
El tema de los colores es un temazo… de pequeña, por así decir, en la uni, tenía un rollo medio Tim Burton con negros y saturados, que obviamente rechacé a nada que empecé a madurar. Algún día haré una hoguera con todos mis cuadros hiperrealistas y adolescentes. Ya al salir fuera en 2010 y cortar hilos con lo académico empecé a rechazar tanto la figuración como el color o los contrastes fuertes y a componer de una forma muy minimalista, un poco de lapicero, blanco sobre blanco jugando con texturas de papel, mucho collage y formatos diminutos. Poco a poco fui volviendo al color, en los últimos años he abusado mucho del azul, hay un tono de azul cielo un poco grisáceo que me encanta y que suelo utilizar para los trazos de lapicero. Trabajo mucho mezclando los procesos análogos y digitales en cuanto al color, por ejemplo. Después los tonos pastel siempre me han acompañado en los últimos años, y las explosiones de color han comenzado a partir del libro de Elton. Esto sí que fue consciente porque debía trabajar un viaje a través de montañas y bosques en el que se dejaba atrás la guerra. Esto me obligaba a recurrir a rojos muy fuertes y a una gama de azules y turquesas o verdes con los que ir combinando tonos. Es algo bastante reciente y que me está dando muchísimo placer, a través del gouache y ahora las ceras. Igualmente creo que sigo trabajando de una forma bastante abstracta. Siempre hay zonas en las que simplemente mezclo pintura, hago líneas, puntos, trazos… y así me divierto. Nunca he hecho bocetos por ejemplo. Me gustan los errores y las imperfecciones, las cosas que se ve que son de verdad como cuando alguien dice un taco. Soy bastante impulsiva trabajando y últimamente las propias mezclas de color ni siquiera las pienso, voy cogiendo y aplicando super rápido y veo como surgen las cosas, y qué me pide la imagen meter y dónde.
Los colores complementarios me dan mucho gusto y es como un reto para mí llenar de color sin que quede hortera. Porque es muy fácil pasarte y bueno, ahí ando, viendo qué sale. Estoy feliz la verdad siento como que en esa fase que tuve minimalista me contenía mucho y estaba en un rollo mucho mas conceptual. Ahora es como si me hubiese adentrado en un bosque a bailar rituales al sol, a las nubes y a los búhos sin que nadie me viese. Que hago lo que me da la gana con los colores básicamente. ¡Algo así! :)
Esta portada nace del “dibujar por dibujar”, dado que nos la enseñaste primero y te propusimos publicarla después. ¿Qué diferencia hay entre ilustrar por placer y preparar un encargo?
La creación de mis ilustraciones y textos es más un desahogo que creo que sólo hago bien cuando estoy realmente en calma y conectada. O cuando estoy realmente jodida, porque es verdad que Saturnina por ejemplo, lo escribí para liberarme de tristezas. Digamos que en la vida real yo era feliz porque la cosa triste la dejaba en la libreta, como si la escupiese y asi ya no me dolía dentro. Siempre voy con libreta pero no para dibujar, que a veces también, pero normalmente más para escribir, tomar apuntes, y para que no se me olviden las cosas, claro.
Por otro lado, muchas veces, bromeo con la gente que va con su libreta dibujando por todas partes. Yo para hacer imágenes necesito entrar como en una especie de trance, puedo estar en silencio o tener música a tope, pero es una especie de impulso y de la misma manera escribo lo que escribo sin “querer escribirlo”. A veces retumban palabras y tienes que ponerlo sobre el papel para que no se te olviden y después te das cuenta de que es un poema. Esto no siempre ocurre cuando tengo una entrega. Creo que esa es la diferencia entre “dibujar por dibujar” o “ilustrar para comer” pero no quita para que cada uno de los proyectos que hago lo aproveche para experimentar aunque sea un poquito e intentar disfrutarlo. La triste realidad es que en mi vida actual la faceta de la gestión cultural se ha zampado casi por completo a las otras dos, pero estoy rescatándolas como cuando gepeto salió de la panza de la ballena. Todo irá bien. Y esta serie de dibujos son la prueba de que hay muchas imágenes dentro que tengo que dejar salir, y para eso necesito conectarme y “dibujar por dibujar”.
No siempre es común que historia e ilustración vayan firmadas por la misma autora. En tu caso, has editado varias en las que firmas texto y dibujo, ¿cómo es el pálpito que te lleva a contar/ilustrar una historia?
Creo que te he respondido ya a esto (risas) a veces cuando escribo tengo como distintas voces, no sé si a la gente que escribe le pasa, porque la verdad es que no tengo a mi alrededor mucha gente que escribe. Siempre lo he hecho un poco a mi manera, y no me gustan los recitales de poesía ni nada de eso. Para mi escribir es como comer, y no diría nunca que lo hago bien, lo hago y punto. Pero sí que noto la diferencia entre dos voces: la que escribe en cualquier momento, a partir de una idea, o la que escribía en el fanzine Fuerza Vital después de ver una peli, escribo relacionando ideas, conceptos recuerdos, con un tono a veces entre naif y como diría uno que yo me sé, un poco de Asperger. Es como si escribiese calambrazos de recuerdos o relaciones de conceptos, sólo porque para mí crean un juego y me dividerte expresarme de esa manera.
Luego tengo el manantial ese que sale de cuando algo me impresiona o me duele y es como que lo saco del alma. Esto sonará como muy intenso pero es verdad. La historia de Memoria de un pez bueno la escribí en una noche que volví de cuidar a mi tía, la de Elton después de estar con él en Santo Spirito y que nos desvelase que había sido un refugiado y que había sufrido torturas, estas historias son cosas que retumban y que salen a borbotones. Lo mismo me ha pasado recientemente con el Señor Luna, que es lo último que he escrito, y que sé que va a ser un libro. Porque muchas veces necesito contar historias que creo que si no plasmo en frases se van a olvidar, y para mí es muy importante que queden escritas para siempre, porque esos personajes que son seres humanos reales por a o por b para mí han sido importantes, y se merecen ser recordados.
¿Quien es el Señor Luna?
Un señor que suele merodear por Jardines de Albia y tiene forma de gajo de mandarina.
Para terminar: pide un deseo.
Tener una lechería y galería en la que vender mis libros y mis dibujos.