Xoel López es un artista que hace ya unos años dió un giro a su carrera a mejor, a abrazar la personalidad y la emoción como bandera de un mundo un poco más libre de la omnipotencia occidentalista. Volvía, seis meses después de hacer un lleno en el Azkena Bilbaino, a presentar su último largo Paramales. Ante un teatro Barakaldo a media entrada larga, él solo, armado de guitarra, percusión ejecutada con las piernas, piano, una amplia paleta de efectos en guitarra y voz, y como no, una garganta prodigiosa que transmite fantasmas de tiempos pasados y una melancolía de sirimiri constante.
Fue desgranando el repertorio de sus dos últimos álbumes, comenzó el concierto con problemas en su guitarra que solventó con oficio y a capella. Se le vio un poco disperso ante el hecho de tener que llenar las canciones con tantos elementos, lo que no fue óbice para que, canción a canción, consiguiera emocionar al personal y hacer que se soltaran a dar palmas y acompañarle con coros en algunos de los números.
Atrapó también con ese humor tan gallego comentando sus estancias en Brooklyn y en Buenos Aires y haciendo algun chiste con respecto a un ukelele con el que interpreto uno de sus temas. Un buen concierto en definitiva de uno de los artistas más talentosos y valientes de este país.