La separación entre géneros va perdiendo fuerza. Gutun Zuria invitó a estas tres genias de la escritura para hablar sobre la academia, la ficción, los techos, las maternidades y, en definitiva la vida. Aprovechamos la coyuntura para hablar con ellas. Este es el resultado.
AIXA DE LA CRUZ. Bilbo. 1988
ide
Vuestra presencia en Gutun Zuria se enmarca en el cruce entre ensayo y ficción. ¿Te identificas como autora en ese punto intermedio?
Más bien, diría que me interesa mucho la hibridación de géneros. En La línea del frente experimenté con la escritura dramatúrgica y en mi último libro intenté construir un ensayo que partiera de la autobiografía.
Cambiar de idea es un relato autobiográfico con mucho riesgo en el que cuentas cosas fuera de la corriente de lo correcto. ¿Tuviste vértigo con este cambio de registro o fue un exorcismo necesario?
Lo cierto es que no fue un giro premeditado sino el cauce que tomó lo que por aquel entonces sentía urgencia por plantear. Me parecía importante hablar desde la honestidad absoluta, y por eso opté por un registro en el que se diluyeran las barreras entre el yo que escribe y el yo que narra. Intentaba fomentar, desde el testimonio, que mis lectoras se animaran a emprender un autoanálisis similar al que yo había emprendido.
Leemos en una entrevista que consideras que Cambiar de idea debiera haber caducado. Habiendo nacido desde una pulsión con bastante mala baba, ¿cómo viste esa universalización de tu relato?
No quería escribir un libro que trascendiera mi tiempo, sino un libro que debatiera, desde la urgencia, con dicho tiempo. Buscaba, no sé si lo universal pero sí lo colectivo de mi experiencia, pero desechando esa idea de que la literatura tenga que ser atemporal.
¿Cómo ves la generalización de la literatura firmada por mujeres como literatura feminista?
Espero que sea algo coyuntural. Espero que el auge del feminismo haya conseguido consolidar la presencia de mujeres en el panorama cultural y que dicha presencia deje de estar asociada a etiquetas determinadas.
Muy en breve y por no aburrirte con preguntas sobre Cambiar de idea, ¿siguiente paso?
Parece que he vuelto a la ficción. Estoy escribiendo una novela en la que exploro alternativas a los discursos establecidos sobre salud mental. Cómo curarnos sin pasar por la consulta de un psiquiatra, integrando la experiencia de la enfermedad a través del rito y el imaginario fantástico.
Para terminar y como siempre: Un deseo
Pronto, muy pronto, una sala de baile abarrotada, desconocidas que te besan porque sí, los felices años 20.
KATIXA AGIRRE. Gasteiz. 1981
Vuestra presencia en Gutun Zuria se enmarca en el cruce entre ensayo y ficción. ¿Te identificas como autora en ese punto intermedio?
Como escritora y como persona, ya que no soy de bandos ni de trincheras, la libertad que otorga la hibridación me resulta de lo más atractiva.
Escribir en primera persona, ¿es un recurso o una necesidad? ¿Te vales de vivencias de gente cercana para sumarlas a tu relato?
La primera persona es un artificio igual que la tercera. Puede haber más autobiografía en un relato escrito en tercera persona que en uno que habla desde un yo ficticio. Y sí, claro, me valgo de todo lo que me rodea, incluidas las vidas de personas cercanas, vicio que me ha valido más de un disgusto, si te soy sincera.
¿Cómo ves la generalización de la literatura firmada por mujeres como literatura feminista?
No creo que toda la literatura escrita por mujeres sea feminista ni mucho menos, ni me interesa especialmente la literatura que se autodenomine feminista. Ahora bien, sí creo que la suma de voces que hablen desde lo femenino, desde lo que ha estado históricamente marginado, tiene un efecto feminista. Y me alegro de que así sea.
Leímos un comentario sobre Las madre no: “ojalá fuera de esas lecturas obligadas de bachillerato” y lo firma un hombre. ¿Ha sido la maternidad un tema tapado, no solo en la vida, sino en las artes?
Como cualquier experiencia corporal que atañe a la mujer, rotundamente sí. De la maternidad han hablado los hijos y una religión que ha sacralizado a una madre que encima era virgen. De las experiencias reales de tantas generaciones de madres hemos sabido bien poco.
Para terminar: pide un deseo
Menos fascismo y más compasión.
EIDER RODRÍGUEZ. Errenteria. 1977
Vuestra presencia en Gutun Zuria se enmarca en el cruce entre ensayo y ficción. ¿Te identificas como autora en ese punto intermedio?
Hasta ahora me he identificado sobre todo con la definición de cuentista, a pesar de haber escrito dos ensayos y medio. Pero últimamente estoy escribiendo desde un cruce de géneros, un texto literario en el que deseo pueda caber de todo, una especie de mosaico en el que convivan desde fragmentos constitucionales hasta cartas reales, pasando por artículos con tips para divertirse los fines de semana.
Un corazón demasiado grande y Oilasko hegalak (en colaboración con tu hermana Arrate en la ilustración) se identifican mucho con lo cotidiano, ¿es la cotidianidad una herramienta para hablar de temas mucho más grandes?
Claro, todo se cristaliza ahí, lo grande quizá se gesta en otro lado pero suceder sucede en lo cotidiano. Me interesa mucho ese contraste como camino literario hacia la verdad.
¿Cómo ves la generalización de la literatura firmada por mujeres como literatura feminista?
Siempre se ha intentado etiquetar la literatura escrita por mujeres (que si rosa, que si femenina, que si feminista...), es una manera de alejarla de la literatura a secas o con mayúsculas, de alejarla del centro.
Hablando sobre techos de cristal. Las madres no forma parte de una reciente corriente de traducciones de euskera a castellano de literatura no-mainstream. ¿Crees que se ha desdibujado ese límite al alcance de los trabajos escritos en euskera?
Es cierto que en los últimos años hemos visto que se traducían obras escritas en euskera con más frecuencia que nunca. Ello puede deberse a razones políticas, sociológicas o del propio sistema editorial. Pero me gusta pensar que el buen nivel de la literatura en euskera también tiene algo que ver con ello.
Para terminar: pide un deseo
Iba a poner “tiempo libre”, pero cuando iba a escribirlo me he dado cuenta del despropósito que esconde el concepto, así que he rectificado... El deseo que pido por tanto es tiempo.