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El negacionismo cultural se instala entre las instituciones o el porqué del desierto de artes en vivo

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Cumplimos seis meses de pandemia y la Cultura sigue en jaque mate institucional. Un sector acorralado con la etiqueta de "ocio nocturno" que, pese a mastodónticos esfuerzos por cumplir normativa sanitaria, ve cómo es totalmente imposible trabajar. Un colectivo que está empezando a organizarse y que llama a la movilización este jueves 17 de septiembre en diferentes ciudades. Os dejamos aquí nuestra reflexión sobre lo que hemos bautizado como "negacionismo cultural".

* foto cortesía de Ecuador Etxea.

Vaya panorama nos ha quedado, familia. Los negacionistas van ganando la partida. No hablamos de los cuñados de facebook quemando el copy-paste con delirios sobre el origen del COVID avalados por el Doctor Ratja Wezkeiller de la Universidad del Rayo Celestial. Tampoco nos referimos a los lacasitos con bayas de goji como remedio milagroso que la industria farmacéutica nos oculta. No, nada de gorros de papel de plata ni escuchas de la NASA si te pitan los oídos.

Hablamos de los verdaderos negacionistas de este asunto: autoridades e instituciones noqueadas e instaladas en el NO mayúsculo, como el de nuestra portada. Las artes en vivo y todas las personas que trabajan en ellas parecen ser el verdadero virus: salas de conciertos cerradas, suspensión de festivales y aforo limitadísimos para cines y teatros. Un sector que acepta la normativa y la supera muy por encima a la hora de plantear una vuelta a la actividad y que se golpea contra el muro del no. Negacionistas. El Ministro de Cultura (y Deporte, no lo olvidemos) lamentando que el fúrgol patrio pierda un "talento descomunal" y afirmando, días después, que ve "imposible realizar conciertos de rock". Gol en el campo, paz en la tierra.

Un par de semanas después, otro Ministerio, el de Sanidad, remataba la jugada con su campaña Pin, Pan, Fuera en la que podíamos ver una imagen de un concierto asociada a un ingreso en UCI. Ante la ausencia total de brotes en espectáculos de cultura en vivo, qué mejor maniobra que inventárselos. Echamos en falta un centro comercial o el metro en hora punta para ir al trabajo dentro del glorioso apartatdo de los Pin, Pan.



Aunque la Cultura sea mucho más que una actividad económica, el sector ha demostrado, con cifras, que también genera riqueza e ingresos: Nóminas, gasto, consumo... ¿El resultado? Un páramo donde las programaciones en el sector público aparecen con cuentagotas y gracias al empeño y voluntad de unas pocas personas, mientras que las del sector privado no se permiten por imposición legal. 

Hablamos de 700.000 personas en todo el Estado que forman el colectivo de trabajadores y trabajadoras de la cultura. No son solo de músicos o actrices. Hablamos de gestores, programadoras, técnicas de luces, de sonido, managers, roadies, montadores... No se trata de capricho, sino de necesidad. No creas que por usar más el spotify tu grupo favorito cobra más. Por mucho netflix que chupes, esa directora que tanto te mola no percibe ni un clavo. Hablamos del directo como  profesión y sustento de un montón de gente. Este artículo de voxpopuli unifica varias voces de trabajadores del sector musical sobre este asunto. 

¿Alguien ha visto control de aforo en el Ikea? ¿Tiene tu supermercado favorito aseguradas las distancias entre clientes? ¿Clavar codo para poder entrar en el bus no contagia? Los adalides de la "seguridad" hacen la vista gorda y te mandan al curro o a votar para después poner a parir a los garitos o salas de conciertos. ¿En qué quedamos?   

Desde la plataforma de trabajadores técnicos, Teknikariok, lo tienen claro y han salido a demandar este negacionismo. El resto del sector parece haberse unido para convocar movilizaciones el 17 de septiembre: tenéis información en la plataforma Alerta Roja. En Bilbao la convocatoria es a las 19.30 en la Plaza de Moyua y en Gasteiz a las 20.30 en la Plaza de los Fueros. Más información e inscripciones aquí.

A decir verdad, preferimos las teorías sobre laboratorios clandestinos y microchips que viajan a través de las ondas: son más divertidas. Desde NOIZ, hemos asistido al Arriaga y a Pabellón 6. A los conciertos de jazz del Guggenheim y a programas en Espacio Open o diferentes pueblos y hemos visto que el sector está más que preparado para trabajar con seguridad y hacer de la cultura en vivo algo sanador, constructivo y, desde luego, seguro.  

Porque sí, hay programación, pero siempre pendiente de un hilo. Una incertidumbre y desconfianza que tienen que desaparecer de arriba a abajo. Hay que confiar en la responsabilidad de la Cultura. Estemos al tanto de futuras convocatorias. Apoyemos a grupos de música, vayan a las salas de cine, de teatro, a ciclos, a jornadas...

Demandemos cultura en vivo. No seamos negacionistas.

 

 

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